Juan 12: 23-27.
Introducción: Vamos
a ver: una semilla de trigo se compone de dos elementos: cáscara y semilla.
Cuando es sembrada, para que germine y produzca fruto, la semilla tiene que
morir, tiene que perder su cáscara. La comparación, el símbolo, está en que la
cáscara es la carne y la semilla interna, es el espíritu. De no morir la carne,
el espíritu no puede de ninguna manera producir fruto.
El mismo Señor nos habla de que si el
no muere no puede dar esa gran cosecha que está planeada, que es necesario
morir para cumplir con lo que el padre lo envió hacer.
La vida cristiana consta en morir,
pero desafortunada-mente es lo que menos hacemos como hijos
de Dios. Si queremos sacar todo lo que Dios puso dentro de nuestro espíritu
debemos “MORIR”. El egoísmo es, en la vida
espiritual, el gran obstáculo que evita la rotura del grano. Sin rotura, sin
quebrantamiento no habrá fruto.
GALATAS 6:7 TODO LO
QUE EL NOMBRE SEMBRARE ESO SEGARA.
Romanos 8:12 en
adelante
¿Morir a qué? A todas las cascaras
que están impidiendo que nuestro espíritu florezca.
Lo primero que el
señor nos invita es a morir a la vida que llevamos. En otras palabras a dejar
de hacer nuestra voluntad. Lo que él desea es que vivamos la vida como él
quiere como él lo pensó para nosotros. Isaías 55:9
El deseo personal es uno de los
mayores obstáculos para hacer la voluntad de Dios.
En
segundo lugar, tenemos que morir a nuestro propio mapa. Nuestro mapa es la
manera en que pensamos llegar a nuestras metas. ¿Sabes? Dios casi siempre
trabaja de una forma sorpresiva. Lo que yo pensaba que iba a ser de mi vida no
es lo que Dios ha hecho con ella. Sin embargo, su voluntad ha sido buena.
¿Estás dispuesto a dejar el mapa de tu vida en manos de Dios, y dejar que Él te
guíe pasó a paso? Aunque no lo entendamos, es lo que más nos
conviene.
En
tercer lugar, tenemos que morir a nuestros propios métodos. Quizás nos hemos
propuesto algo bueno, pero pretendemos dictarle a Dios cómo lo vamos a
realizar. Queremos hacerlo en la carne, en lugar de depender del Espíritu.
Esta es una gran
tentación para los que servimos al Señor. Muchos empezamos dependiendo del
Espíritu, pero en algún momento empezamos a depender más de los métodos.
Pensamos que si encontramos el método perfecto, podemos ganar a cualquier
persona para el Señor. Olvidamos que sólo el Espíritu Santo puede cambiar un
corazón.
Dejamos de depender del
Espíritu en nuestra enseñanza, y dependemos más de nuestro estudio, de nuestros
ejemplos, de nuestros chistes. Si tú eres creyente, puedes tener la seguridad
de que Dios también te ha llamado a trabajar en su viña. Ahora te pregunto:
¿Estás dispuesto a depender del Espíritu Santo, y no de tus propios métodos?
Conclusión: si seguimos
sembrando en nuestra carne en nuestra voluntad no avanzaremos así donde Dios
quiere que vayamos. Es un buen día para evaluar que estoy cosechando, y si esta
cosecha es la que realmente Dios quiere.
Iglesia Cielo Nuevo y
Tierra Nueva
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